La fotografía llegó a ser para el sujeto cultural, un medio de expresión que tiene diferentes dimensiones y transformaciones según el fotógrafo y la época en que se desarrolla.

Mi trabajo de estudio, de investigación y experimentación generó diferentes búsquedas, tanto personales como profesiones respecto del planteamiento de la obra y si expresión mediante un lenguaje que nos identificara y que sea comprensible y disfrutable a los ojos del espectador. Comprendí también que la danza es la transformación de funciones normales y expresiones comunes en movimientos fuera de lo habitual para propósitos artístico – expresivo. El bailarín ya no es meramente un gimnasta que solo posee condiciones tales como la flexibilidad, salto y abertura, sino que es un sujeto que siente y transmite y queda desnudo frente a la cámara, exponiendo su alma con una cierta conducta exhibicionista.

A través de mis trabajos puedo afirmar que adherí a una nueva línea de percepción e interpretación del ballet y del bailarín clásico que se abre a una infinidad de significaciones en el modo de percepción de su cuerpo, de su disciplina, de su arte. Implicó para nosotros un ejercicio y un desafío, un punto de partida y una meta, tal vez un deseo y una frustración al mismo tiempo. Ser el ojo que registra un movimiento o una pose de otro, un cuerpo que vemos perfecto, un cuerpo que dice, que vibra, que se excede. Reivindicamos el derecho del espectador al placer, a la belleza y al goce estético que nos brinda la danza. Sin normas, tal vez contra las normas. Utilizando y poniendo al servicio la fotografía como vehículo para aproximarnos a esta disciplina.

Mis fotografías reproducen formas, formas generadas por luz, y en ellas resumen un universo estético dentro de cada una a través del juego de masas y desequilibrios, contrastes y vibraciones luminosas, de grafismo y geometría. Muestran, en una forma de pureza, prácticas del cuerpo destinadas a producir energía y belleza, emoción y forma, participación y deseo.